DESTELLOS



En la barra de los lamentos, una chica sostiene una taza de té mientras las lágrimas se le acurrucan en las mejillas. La tristeza la envuelve en un aura del que sólo ella es protagonista. Mientras tanto, el móvil de la manzana ha aprovechado mi estado contemplativo para volver a cambiar el diccionario a inglés británico. Supongo que la inteligencia artificial ha debido intuir de qué va mi próxima andadura literaria. Y hasta aquí puedo leer. Tres compañeras de trabajo hablan sin filtros de su madre superiora. Me miran. Que no, que no la conozco. Es que estoy con la antena puesta. Levito por la calles del centro, subida en una burbuja de perspectiva. Apenas a un palmo de distancia del suelo,  lo justo para no rendirme ante la gravedad. Ni de ahora ni de lo que venga, que nada ni nadie nos libra de pecados y que pecar de tanto en tanto no está mal. Una caña y un mini de jamón, mientras veo la gente pasar. Un destello de luz es lo único necesario para alumbrar. Iniciar un camino. Tomar conciencia de dónde estamos y a dónde queremos llegar. 

En la barra libre de los lamentos ya sólo quedan lágrimas secas del pasado.




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