EL TRAMPOLÍN




  El día que acabe quiero mojarme en las aguas de la Costa Brava. Quiero que la sal de mi infancia sean parte de mis lágrimas. Quiero subirme al trampolín de Tamariu. Saltar con Aina. El día que acabe quiero ir a Aiguablava. Begur. Aiguafreda. El día que acabe y el sol no me queme más de lo que lo hace, iré a la Costa Brava. Recorreré mi infancia. Saltaré desde el trampolín... con Aina.


Ayer se lo decía a mis Chutegirls. Que yo no me conformo ya con menos que yo, ni quiero más que yo. Que yo ya no muevo un dedo por menos que yo. Será que ya no soy tan diplomática. Ni tan cumplida. Será que me he cansado de cumplir con mi diplomacia. Será que mi diplomacia y yo estamos en concordancia.

El día que acabe quiero mojar mi nueva vida en una cala de la Costa Brava. Dejar allí mi diplomacia. Estar siempre en concordancia. Yo quiero un tú-yo-mi-tu-con-nosotros. El día que acabe puede que sea ya ayer. Y yo ya esté siempre en concordancia. Con lo que no quiero. Y lo que quiero. El día que acabe voy a bañarme en una cala de la Costa Brava. Contigo o sin ti, no tiene importancia. Porque lo único que sé que quiero es bañarme. En la Costa Brava.

Estar en concordancia. No existe la felicidad plena. Existe la pasajera. Efímera. Un segundo de pureza. Eso es lo que sentía cuando estaba en Tamariu. Y me tiraba desde el trampolín. Con mis primos. Era un segundo efímero de inocencia. Tan pura la felicidad. Como pasajera.

Saltaré desde el trampolín... con Aina.


Feliz día
#día87demirecuperación



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