L A P U E R T A


—Dime, ¿cuántas vueltas de llave tengo que dar? 

La adolescencia de La Socia se ha despertado sin avisar. Me habían prevenido y, aún así, me ha cogido en paños menores: con los cuentos antes de ir a dormir, dos besos y un te quiero infinito. 

—Y yo también, mama.

En la pantalla de su móvil ya no aparecen nuestros veranos ni el helado que nos comimos viendo atardecer el Mediterráneo. Se desliza por la vida con la ligereza de una bailarina. La sigo, a veces a su ritmo y otras, la mayoría, como pollo sin cabeza. Recuerdo cuando la Manolita me espetó la frase lapidaria de mi adolescencia: Ya te llegará.

Touché. 

Llegado el momento, he cambiado los cuentos por novelas. Los besos por paciencia. Escucharte cuando menos lo merezcas, porque es cuando más lo necesitas. Nuestro espacio por tu intimidad. El sentido de mi vida por tu libertad. 

Te quiero desde que sueñas hasta que despiertas, empoderada, segura de ti misma, con las dudas que te invadan, con los aciertos y errores que puedas cometer, que cometamos. Te quiero de buen humor y malhumorada, enfurruñada con la vida, con la puerta de tu habitación cerrada y abierta. 

Te quiero cuando me quieres y cuando crees que no lo sientes. Te quiero hoy, mañana y siempre. Desde las entrañas. 

—Dime, ¿cuántas vueltas de llave más tengo que dar? 

—Las necesarias para abrir tu puerta. Lo importante es que sigas girando la llave con ilusión, confianza y persistencia. En uno de esos giros, se abrirá. 

—¿Y qué encontraré al entrar?

—Tu oportunidad. 


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