PLANTAR EL PINO



La Socia me ha dicho que con las Converse voy más moderna. Confío en su honestidad de hija y me calzo las negras —tengo las mismas en blanco — para acudir a la entrevista en Ràdio4. Mientras conduzco por la autopista de la vida (que se note el toque literario), me doy cuenta de que lo único moderno que se va a escuchar es mi voz. Pongo firmes a los valores que me han traído hasta aquí y hago un repaso mental de los últimos años. ¡Cuánta intensidad! La misma que me ha dado perspectiva de vida, conciencia del momento y agradecimiento. 

Me siento una afortunada pese a todo lo vivido. La base de la resiliencia se basa en esto, transformar las experiencias traumáticas en crecimiento. En mi currículum debería indicar que tengo una amplia experiencia en arquitectura de vida: desde fijar los cimientos hasta embellecer azoteas o restaurar infraestructuras. 

—Ahora sólo te queda plantar un pino —me dice el enfermero mientras busca la vena más bonita de mi brazo derecho. 

—Lo dejo para el último momento.

—¿Y qué harás antes?

—Seguir construyendo.


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