N A N O S E G U N D O


El chico de la mochila negra ha esperado hasta el último nanosegundo en el metaverso para levantarse del asiento y salir pitando del tren. La frase me suena a mentiras e infidelidad, pero siendo lunes me lo permito todo. Hasta la prosa fácil. Una no siempre está en lo alto de la ola. De esa sensación hablaba ayer. Del éxito inmediato, con o sin esfuerzo, que desemboca en una frustración personal o profesional. Que no por mucho amarte lo nuestro funcionará. Que no por mucho trabajar serás nombre propio y no un decimal. Y no por ello tenemos que desistir en el intento de ser nuestra mejor versión. Por nadie ni por nada. 

Tan solo por nosotros. 

Sin esperar a que  el éxito llame a nuestra puerta disfrazado de elogios, amor volátil, admiración en la que actuamos como espejo de anhelos externos.

Que la vida me sorprenda cada nanosegundo del metaverso. 

Que del resto ya me encargo yo y una pizca de suerte que me envíe el universo.

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