RESPIRAR



 —Y no olvides respirar. 

El hospital de las siglas huele como siempre. El pasillo que me conduce hasta la sala de pruebas diagnósticas es un pequeño laberinto en el que me suelo perder. La culpa no es suya, sino mía porque, en honor a la verdad, soy una negada de la orientación. Ni que sea con Google Maps. Las enfermeras me saludan afectuosamente, bromeamos sobre la «huevera» donde tengo que colocar el pecho, boca abajo, sin moverme, la vía puesta con contraste en el derecho. «Aquí tienes los tapones para los oídos. Si te agobias, toca la pera» . ¿Cuál de ellas?, bromeo. El viaje en la caja de los truenos nunca es placentero aunque debo reconocer que ya nos hemos acostumbrado la una a la otra. Son muchos años. El corazón se acelera e intento pensar en cosas buenas. Mi nueva novela. El cambio de ciclo. Rozando los cuarenta. Se cuela el miedo, la incertidumbre, los resultados y la valoración de Sònia, mi oncóloga. Y es que yo, resiliente, fuerte, optimista ingenua (o ingenua optimista, según el ciclo lunar) también tengo miedo. Y es tan humano como honesto compartirlo. Como respirar.





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