COMO EL DE TODOS LOS DÍAS, MUJER

Me he levantado igual que siempre: con dos piernas, dos brazos —el que ya sabéis más hinchado—, dos tetas —una original y otra de recambio—, una cara con sus arrugas incorporadas —el rictus bien marcado—, los pelos que el láser aún no ha fulminado, el suelo pélvico rozando el subsuelo, le he preparado el bocadillo a la socia pero se lo ha olvidado, dos canicas por ojos con su correspondiente miopía, dos lorzas que me cuelgan a la derecha y a la izquierda —no se posicionan, son anárquicas de mi cuerpo y la talla no te importa—, siento  también la alegría de despertar junto a mi socia y la tristeza de extrañar a la mitad de mi alma que hoy ya no cumple primaveras, el bocadillo era de jamón y queso, tengo a un Rei y a un príncipe, en casa soy la reina de corazones y en la calle mendigo letras, tengo veinte dedos para que no se me caiga la vergüenza, solo me caso con la vida, cuando no me quiso lo devolví a la tómbola, afortunadamente se lo llevó otra, en el bocadillo he untado un tomate con un hilo de aceite de oliva virgen pero no extra, me he vestido de madre con la sonrisa de siempre y he besado a mi vida de nueve años, llevo el pelo casual con raíz y despeinado, me peino las canas a experiencias y no las tiño si no son perfectas, tengo el gotero de los casi cuarenta, cuando bailo en la madrugada de la Plaça Reial me siento igual. Madre, hermana, hija, compañera, amante de las letras, contenta, triste, de emociones expansivas y diversas,  visceral según el mes de la regla, el bocadillo era de pan del día, luciérnaga de noche y vella cuando me depilan, soñadora ilustre, ingenua por la parte de los ovarios y optimista por la parte que me toca. 

Me he levantado igual que siempre. El bocadillo era de cariño. 

Como el de  todos los días, mujer.