EL LUNES EMPIEZO
Benditos sorrentino con salsa magret tartufina.
El lunes empiezo—lo prometo—la dieta. Que se me caigan las lorzas a trozos y los michelines me cuelguen de las orejas si no lo hago. La culpa , mire usted, no es mía. A mí es que tenían que operarme. Me dijeron: Y esta barriguita irá también fuera. Te quedarás monísima. Entonces yo—que soy muy lista– me puse ciega a churros con chocolate todos los domingos por la mañana, probé todas las salsas habidas y por haber con su cervecita bien fresquita y unas olivitas para acompañar, su queso manchego con un buen chorro de aceite del pueblo encima del pan con tomate (tamaño XL , que no falte de nada). Pero, mire usted. Yo es que me pedí una teta de esas de quita y pon. Primero me la curaron. Luego me la tallaron. Y ahora iban a ponérmela como un Pin&Pon. Se ve que en el envío se confundieron. Así es que ahora me la voy a pedir de nuevo pero por fascículos. Como si fuese un coleccionable. Necesito una teta, un pezón y una aureola. A poder ser —y ya que estamos— todo a conjunto. Más que nada por el tema de la soltería. Que una ya lo tiene difícil con lo suyo.
La vida de madre-soltera-felizmente-separada-gracias es como la perspectiva. A veces la ves bien y otras se te hace cuesta arriba. He ido con mi socia al mercado para llenar mi nevera de buenos hábitos alimenticios. Dice mi amiga Helena que me va a regañar. Que meta 5€ en la hucha cada vez que peque de más. Así que he comprado para hacer caldo y he añadido unas croquetas de esas de pollo recién hechas (para mi socia, claro); puerro, apio, patata, zanahoria y granada que me encanta; dos lenguados, sepia para hacer a la plancha y esas gambas (con su picadita de ajo y una copa de vino blanco, digo agua). Mi socia me mira blanca y con los labios más morados que rosas.
—Vaja, nina. Et trobes bé?
—No, mama.
Nos hemos vuelto para casa. Mi soltería, la compra bien hecha, mi socia y mi explanada. Con el culo he aguantado la puerta del coche mientras le digo a Aina que por favor baje. Pero no tiene fuerzas. La cojo como un koala con el brazo derecho —el bueno—y la tumbo en el sofá de casa con doble manta, un castillo de cojines rodeando a la princesa de la casa, los mandos, la botella de agua, la muñeca de lavanda y todo a su alcance por si le hace falta. Son casi las cuatro de la tarde cuando acabo de colocar la compra, saco el lavavajillas y mi socia parece que está más tranquila.
Y ahora, a comer. La nevera me sonríe con emoticono de dieta. Dos trozos de lechuga más rancia que tiesa, un par de tomates un tanto prepotentes y dos olivas para decorar la gracia. De repente veo al fondo el resto de los sorrentino con salsa margret tartufina que me comí el otro día, cuando aún no me importaba la barriga. Rei me mira. Yo le miro. Frunce el ceño. Yo le hago un gesto. Él me dice no lo hagas. Yo le digo es que estoy muy vaga. Me señala con la pezuña su pienso. Le contesto que esa es la vida de perro. Asiente moviendo la cola. Se va dejándome sola. No quiere ser testigo de mi engullida. Lo entiendo. Hay pecados que mejor cometerlos sola.
Mire usted. El lunes empiezo. Con la dieta, con la vida, con otra salsa y otra rutina.
Pero hoy, déjeme. Disfrutar de mi vida de madre-soltera-felizmente-separada-gracias.
Y, por favor, recuerde traerme mi teta por piezas, con su pezón y su aureola con instrucciones de uso y sin lista de espera.
Feliz día
#día25demireconstrucción
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