LA NOVELA DE MI VIDA



Falta el prólogo, la portada y los agradecimientos. Y listo. 



Creo que no podré tener mejor regalo de cumpleaños para el próximo año. Aparte de las peras, claro. No sé cómo me sentiré el día que vea mi libro, ese que he escrito durante muchos días, con melena y calva, en una de las estanterías de mis librerías preferidas. Quizá me pare delante de él y se me escape alguna lágrima pensando en la Noli y el Andrés. En lo orgullosos que estarían de mí. Y en Eva, en lo que diría. Luego me daré cuenta de que tengo muchos capítulos  por escribir. Y abriré cualquiera de las libretas que se amontonan en el estudio de casa con esbozos de personajes e historias a medias. Desearé volver a sentarme en mi ventana de letras y soñar. A veces callada. Otras a carcajadas. Con lágrimas o enfadada. Dando rienda suelta a eso que me hace tan feliz... Y a lo que jamás volveré a renunciar. Escribir.


El señor de delante es de pecho lobo y no se depila. Lo sé porque los dos botones de la camisa que le sobresalen de la barriga dejan al descubierto su ombligo del mundo. Un tanto peludo, todo sea dicho. A su lado, el chico de la mochila Nike con letras blancas y fondo negro, ha dejado su cabeza reposando en la señora que tiene al lado. La socia me ha dado a Alan—su muñeco preferido—mientras jugamos al "veo veo" en el tren de vuelta a casa. Le he dicho que tenemos pendiente hacer la cartulina de rutinas, que la tendrá que hacer ella y la colgaremos donde quiera. Cuatro pautas bien sencillas. Lavarse los dientes, extra escolar del día, papa o mama. Se me ha ocurrido que yo también me voy a hacer una, aparte del calendario del blog, para empezar a poner orden en mi vida. 


—Me da la sensación que construyo castillos de arena y viene cualquier ola y lo destroza.

—Quizá el problema no sea el castillo—dice Quiensiempremescucha—,  quizá tengas que cambiar  el cimiento. Hay cosas que no dependen de ti, Annabel. Céntrate en las que sí.



Creo que tenía unos quince años. O menos. He perdido la cuenta. Habían pasado pocos meses desde que falleciesen mis padres y mi hermana. Para ella, su prima y tíos. Me fui a vivir a su casa durante meses. Me cedió su habitación. Esa típica de adolescente. Yo no quería comer. Tenía el estómago tan cerrado de pena que no me entraba ninguna alegría. Salvo los croissants que me traía mi prima  Andrea al salir del colegio. Los compraba con su dinero. Recuerdo las tardes haciendo los deberes juntas. Tú con tus problemas. Y yo con mis letras. Resulta que mañana inicias una nueva vida. O la continuas. Te  veré vestida de blanco. Pronunciando "sí, quiero". A la vida. Al amor. A Sergio. 



Cuando me detectaron cáncer escribí una lista de ilusiones. La colgué en la nevera de casa.  Me ayudó a recordar todo aquello por lo que merecía seguir viviendo. Levantarme. Y por qué no, luchar. Una lista que me recordó  todo aquello que me ilusionaba. Escribir un libro, era una de ellas.  Publico mi primera novela a principios de año. En ocasiones, la realidad supera a los sueños.


A Andrea y Sergio. 


Feliz día
#día181deminuevavida









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