UN AÑO VOCACIONAL
Tengo al cielo azul abierto en mi ventana de letras. Dice que ahí dentro no hace frío, pero que fuera se avecinan heladas. Rei se ha tumbado en su caseta con manta de pantera y me mira como diciendo a-mí-tú-de-aquí-no-me-sacas-hoy-nena. Pues ya lo creo, le contesto, en cuanto te empiece a temblar la entrepierna. La socia está entretenida jugando a patrullas caninas y canciones de esas de coreografías de manos y secretos de princesas con su amiga la vecina. Así que me he dado un baño de espuma con sabor a fresa mosqueta y me he puesto una mascarilla facial de aloe vera que dice que aprieta la flaccidez y primeras arrugas. Alisar no sé si alisa, pero parezco un Teleñeco de cera.
-Mama, i tú, quants idiomes parles?.-me pregunta mientras se prepara otra tostada con nocilla.
-Jo?...Ummm, doncs català, castellà, anglès, francès... I una mica de Dutch, però res, molt poc.
-I què saps dir en francès?.
-Doncs mira, per exemple, Je m'appelle Annabel, que vol dir "em dic Annabel".
-Ai, mama, quina gràcia! Jo tinc una professora que també es diu així. "Gemma" però el cognom no és "pel.
-Ein?.
-"Gemma Pel" Aina.
La última vez que me traje el acento francés enganchado a mi fonética fue en aquel viaje fugaz a Montpellier. Y aunque al final me decidí por la Filología Inglesa, el francés siempre ha sido mi debilidad. No tanto los amores, mucha cuerda para tanta secallona, me dije cuando regresé de la Plaçe de la Comédie en un noviembre de fin de semana enamorado. Al poco me detectaron cáncer y cuando mi Gentleman Francés se enteró, dijo que siempre nos quedaría París y que Barcelona ya no le interesaba tanto. À bientôt, le dije en un mensaje escueto. À tout à l'heure, contestó. Debí imaginarlo en cuanto vi su tupé francés tan repeinado. Demasiados centímetros añadidos de regalo. Demasiada cuerda para tan poca secallona.
El drenaje linfático en el brazo consiste en hacer suaves movimientos sobre la piel y desplazándola hacia la axila. Así consigues drenar y que el líquido retenido se vaya moviendo. Lo mismo con el brazo. Yo lo pongo en alto sobre algún cojín para no hacer esfuerzo y voy acariciándomelo de arriba a abajo. La sangre se va moviendo y notas un ligero hormigueo. La verdad es que se agradece la sensación que se te queda. Un brazo menos acolchado, ligero y con más maniobra de movimiento.
Tengo al cielo abierto azul en mi ventana de letras. De las notas que escribí en ella con el rotulador que me regaló Helena tan sólo me quedan dos por tachar. Va mucho mejor que los post-its porque lo ves cada día. El año pasado transformé un año de tratamiento en uno de creación personal. Éste es el año de recuperación transformado en el vocacional.
Feliz día
#día385demirecuperación
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