AL PUNTO +

Los ingredientes son los mismos; 
tan solo cambia manera de prepararla. 

A mí que me perdonen, pero yo soy de la vieja escuela. Donde se ponga una olla, que se quite la Termomix. Si tuviera que preparar la receta de la vida, añadiría kilos de empatía. Reduciría la ignorancia y la falta de solidaridad con un poquito de conciencia, la justa para endulzar, sazonar al gusto y un punto picante, que siempre vamos justos. Una bruma de humor (inteligente, básico o tontorrón), que casa con todo y ejercita la sonrisa. Emplataría con alegría y brindaría junto a los comensales por ese segundo, volátil y efímero, en el que nuestras miradas se encuentran para celebrar que estamos juntos. Chin chin. 

Como postre, una mousse de sensibilidad: ligera, fresca y sutil. No confundir con debilidad. Para digerir, nada mejor que un buen trago de inteligencia emocional. Y si la cosa se pone pesada, siempre nos queda la resiliencia como el mejor as que podemos guardar en nuestra cocina diaria. 

Los ingredientes son los mismos: es solo cuestión de aprender, preparar al gusto y saberlos combinar.

A mí la vida me gusta al punto +.


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