ONCE DE ENERO




El día que nací la Noli se cagó —literalmente— en mí. Llevaba esas botas blancas recién estrenadas de las rebajas. Venía del mercado. Supongo que cargada de amor, un kilo de pecas adornándole el cuerpo y esa nariz puntiaguda señalando siempre la comisura de sus labios. 

El día que nací la Noli se vistió de blanco. Le regaló enero al Andrés, envuelto en un beso fruto de nueve meses de su amor eterno. 

El día que nací la Noli me prometió no separarse nunca de mi lado.

El día que se fue le prometí no separarme nunca de su paso. De su cuerpo pecoso dorado. Del delicado trazo de sus besos y abrazos. Del calor de mis padres. De los valores de mi infancia. Del tiempo juntos. Del tiempo. Eterno.



Cada once de enero se me clava como una astilla en el corazón. Pequeñas punzadas que me desangran el corazón engarrotado. Mi socia viene envuelta en un amasijo de ternura y me acaricia el alma hasta llegar a la herida. Desde que Viambtú está en mi vida los días no son iguales. Las noches son dormidas. La madrugada solo se despierta si es apasionada. No imagino mis días sin mis dos nuevas estrellas. Las que se balancean y me equilibran. Las emociones, la tristeza, la cordura y la alegría. 


No sé en qué momento ha dejado de importarme lo que digan. Lo que piensen o imaginen. No sé en qué momento mis cicatrices ya no son físicas ni emocionales sino días. Vividos, exprimidos, al límite o rozando la osadía. Contados, si me apuras. No sé en qué momento ha dejado de importarme lo establecido, lo correcto o lo más concurrido. Ya solo me despierto sin preguntas. Sin plantearme más allá del día. Sin expectativas que frustren sueños ni realidades que callen silencios. No sé en qué momento dejó de dolerme. Para dejar de llenar huecos. No hace falta llorar  ninguna ausencia sino reír cada momento en vuestro recuerdo. Por respeto.

El día que nací fue un once de enero. La Noli me arrancó de sus entrañas y me hiló un beso. Le dejé retales de nuestro viaje juntas dentro: la sal de la costa, el ocre de los árboles y el frío invierno. Me acunó acolchada en su regazo, cogida al azul cielo de los ojos del Andrés, bebiendo de su amor, sedienta de sus cuentos. Feliz en cada uno de los días que desperté juntos a ellos...

El día que nací fue un once de enero. 
Y los vivo todos en homenaje a ellos.


A mis padres. 
A mi Andrés. A mi Noli. 
Feliz once de enero.  




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